domingo, 16 de noviembre de 2014

La pluma de Marieta. Es cosa de ellos




Es cosa de ellos.Han sido muchos años viéndolo con ojos de niña a través de una pantalla, de esas que se crían pensando que lo suyo es siempre lo mejor hasta que aprende lo contrario; que lo que pasa aquí no pasa en todos lados y que muchas veces no termina de estar bien. Creo que el día que descubrí que querían irse me invadió ese sentimiento de sorpresa y de tonta culpabilidad de no haberme dado cuenta antes; nunca habían sido los más ruidosos y sin embargo al final resultaba que eran los más constantes. Pero se me olvidó rápidamente. Siempre que el tema salía en algún debate de sobremesa lo evitaba diciendo ‘si quieren irse que se vayan, no es asunto mío’.
Hasta que pasó. Estuvo mucho tiempo como ese tema aparcado, como ese telón de fondo que amenaza con dejar paso a un nuevo escenario pero que siempre se mantiene cerrado. Hasta que pasó. Los medios de comunicación llevaban años, meses, alimentando al monstruo. Todos parecían saber que opinar y vaticinaban las mayores desgracias para el futuro país vecino; algunas inventadas y otras un poco más ciertas. No iban a tener dinero. No iban a jugar la liga española. Quedarían automáticamente expulsados de la UE y por consiguiente de todas sus subvenciones, programas y movilidades. Se les prohibiría la libre circulación por el resto de países. Incluso algunos medios llegaron a cuestionar la futura validez de los títulos universitarios otorgados por las universidades catalanas ya que al ser parte del plan Bolonia solo tenían validez dentro de la UE. Alguien decidió que había llegado el momento de dar por válida la teoría de que todos ellos querían marcharse y organizó una consulta con el único objetivo de poder dar por sentado lo que le viniera en gana.
En mi primer año de carrera aprendí bastantes cosas acerca del proceso comunicativo de la Globalización que podría resumir en una creciente interdependencia económica, social y cultural entre distintos países. No se puede entender el concepto de globalización sin la democracia y la economía capitalista. Las economías locales se integran en una mayor, global y buscan la expansión y surge también otro nuevo concepto: la opinión pública. Una vez definidas sus fronteras, los estados buscan la unión con otros estados y el avance. Crean comunidades políticas de derecho como la Unión Europea, organizaciones internacionales y continuos programas que engloban propuestas de diferentes países para un crecimiento común.
También, de la mano de la globalización aparece la glocalización, término que busca definir el pensamiento global en conjunto con la actividad local y la creación de nuevas barreras culturales ante la progresiva supresión de fronteras a nivel económico, político y social; generadas principalmente por personas que defienden sus tradiciones propias de la globalización cultural. Cuando esta glocalización da prioridad a la creación de barreras frente al crecimiento se entra en un nuevo concepto: el etnocentrismo.
El etnocentrismo es exactamente lo que abanderan esos catalanes que en mayor o menor porcentaje apoyan la independencia. Quieren irse y quieren hacerlo por unos motivos lo cual supone dos problemáticas diferentes. La primera ‘dejar de formar parte de España’ se antoja más chocante de otra cosa. España, de facto, ya es un estado federal aunque en los papeles- o en la Constitución- se diga otra cosa. Dispone de un gobierno central y las diversas comunidades autónomas cumplen la función de estados federados, que aunque no tengan su propia constitución como los estados federales tradicionales, disponen de estatutos de autonomía que como bien se presupone, permiten la autoregulación de las comunidades autónomas mediante un gobierno autonómico. En España las comunidades autómas disponen de bastantes niveles de independencia aunque no son iguales en todas las comunidades. Los estados federales al igual que las comunidades autónomas, no pueden separarse del país debido a que igual que para entrar a formar parte de él se firmó un pacto para salir deben contar con la opinión del resto.
La opinión del resto al ser España como es responde en su totalidad a la ideología política de aquel al que le preguntes. Y de todos modos, a nosotros no nos han preguntado. En cuestiones de política nacionalista nuestra opinión es tan válida como en los clásicos partidos de fútbol; están hechos por y para Madrid y Barcelona. De todos modos, si me preguntan a mí seguiré diciendo lo obvio: que se vayan si quieren, es cosa de ellos. Pero que no nos odien ni digan que es culpa nuestra. La deuda de las autonomías sigue creciendo pero Cataluña, al ser una de las regiones que más empresas y entes públicas tiene ha multiplicado por cuatro la suya desde que empezó la crisis y ha seguido pidiendo dinero, como un adolescente rebelde a un padre indulgente. En vez de buscar avance, buscan caer en picado con una deuda que no pueden subsanar afrontando al mismo tiempo los gastos de creación de un nuevo estado; buscan poner fronteras cuando el resto del mundo abre las suyas y encerrarse en un lenguaje cuando los demás luchamos por el aprendizaje de uno común que nos permita hacer de nuestra casa cualquier país.
Si se quieren ir, que se vayan. Que no se queden por miedo, por falta de solvencia o por interés. Si de verdad quieren marcharse por más motivos que por los económicos, que lo hagan. Pero ¿cuáles son los motivos reales? El pasado 9 de noviembre se celebró una consulta sin más ánimo que ‘conocer’ qué porcentaje del pueblo catalán quería la constitución de Cataluña como estado. Sin más. Sin explicaciones de cómo sería la vida del pueblo los primeros años, sin aclarar que quizá el argumento de que a Cataluña le iría mejor económicamente sin España y sin la UE-ya que quedarían fuera del euro y tendrían que pagar su deuda en esa moneda- no sea tan sólido. Que sean independientes si quieren, pero que lo hagan sabiendo a qué y quién votan. Que no limiten su respuesta a un sí o a un no igual que lleva años imponiendo su rechazada España, que evolucionen y que lo hagan bien. Que si se quieren ir que lo hagan por motivos de cultura o de lenguaje, no por económicos ni por rechazo a la opresión del gobierno central a las autonomías. Le pese a quien le pese, de momento, españoles somos todos y tenemos tantas pautas comunes que el etnocentrismo catalán que implica la creencia de que sus aspectos culturales propios son superiores a los del resto tiene tan poco fundamento como la imposibilidad de una independencia por motivos económicos.

El Lápiz de Jorge Miranda (España y Cataluña) Paco y Montse




Últimamente las cosas andan un poco revueltas en casa de Paco y Montse. Ningún vecino se sorprende de las interminables discusiones, que desde hace un tiempo son cada vez más habituales. Nadie recuerda cuando fue la última vez que durmieron juntos, y una comida familiar en la que no acabasen levantándose sin terminar el primer plato. La casa está cada vez más dividida y hay estancias que son de paso reservado. Por suerte los vecinos son todos extranjeros y se enteran de lo que se enteran. Algunos presencian las escenitas mientras esperan el ascensor o simplemente por lo que se filtra a través de las paredes. Unos se lo toman con curiosidad, otros con alarmante preocupación, temen que esto pueda repercutir al bloque entero de vecinos. En ocasiones, y debido a la presión de ambos, se ven obligados a tomar partido, pero tampoco se mojan demasiado, al fin y al cabo, son cosas de familia.
Paco nunca trató demasiado bien a su mujer, aunque al final le consienta casi todo, dentro de los margenes del matrimonio tradicional claro está, el hombre no sabe ser más tolerante. No es un marido culto, aunque a veces tenga algún destello genial, es conservador pero en la peor de sus acepciones y no es muy detallista, por no decir nada. A él le gustan los toros y de vez en cuando santiguarse en la iglesia, más por tradición que por convencimiento. Tampoco respeta mucho la opinión de Montse y menos delante de los amigos, donde le gusta hacerse el machito ibérico. Pero no es un maltratador como su mujer pretende hacer ver desde hace un tiempo.
Su mujer, Montse, es muy atractiva, aunque es verdad que vivió tiempos mejores, la edad no perdona a nadie, lejos queda ya el noventa y dos. Pero sigue estando de buen ver y todavía gira las cabezas de sus vecinos extranjeros cuando la ven pasear orgullosa. Es una mujer culta y emprendedora, nunca quiso ser una mantenida, y a decir verdad le va mejor que a Paco, pero igual que antes, vivió tiempos mejores. A diferencia de Paco, ella siempre miró hacia fuera, hacia Europa, hacia la modernidad y no hacia dentro anclada en su glorioso pasado. Últimamente anda un tanto despechada y resentida, mezclando a partes iguales razones con mentiras y dando la vuelta a los enfados con una maestría que ni la mismísima Cleopatra. Lleva unos años intentando reunirse muy seriamente con Paco para hablar de “lo nuestro”, pero en realidad quiere un divorcio lo menos traumático posible, cosa que en el fondo sabe que es una quimera. Como diría Calamaro “todo lo que termina, termina mal”.
Paco en verdad la quiere, aunque a su manera o al menos la quiere ahí, atadita en corto, Y no quiere ni oír hablar de divorcio. Montse anda revolucionada y no sabe bien si quiere otra relación estable, un polvo de una noche o simplemente disfrutar de la soledad y viajar por Europa, aunque sea con visado.
Paco es muy del Madrid y Montse muy del Barcelona. Paco dice que no soporta cuando Montse anima a un equipo extranjero que juega contra el Madrid. Le repugna que prefiera que gane un equipo inglés antes que uno español y Montse dice que al menos ella es honesta, que él piensa lo mismo cuando el Barcelona pierde contra un equipo extranjero, y que se alegra por dentro tanto o más que cuando gana el Madrid.
Montse dice que no quiere salir de casa con él, que la de vergüenza que los vean juntos, que nadie le respeta, que le debe dinero a todo el mundo y que todos saben que es un ladrón. Paco le dice que antes no le daba vergüenza que los vieran juntos, cuando era rico y respetado por todos sus vecinos, que ahí no le daba vergüenza salir con él a cenar. Y Montse se ríe, porque dice que eso pasó hace mucho tiempo, que ya nadie se acuerda y que si quiere vivir en el pasado es cosa suya pero que ella prefiere vivir en el presente y sobre todo, mirar al futuro. Paco dice que él siempre le he pagado las copas, sus deudas y negocios fallidos. Y bueno, que de robar ni hablamos porque ella de eso podría dar clases.
A Montse no le gusta el acento de Paco y se mofa de él por ello. A Paco no le gusta esa estúpida superioridad moral de la que hace gala Montse. Montse no soporta cuando Paco se pone en plan entrenador de fútbol, economista, médico y político, le parece patético que no sabiendo de nada, sepa de todo. Paco se enfurece cuando Montse le dice norafricano, y comenta orgulloso que Europa es en gran parte lo que es por él. Y Montse que dale con hablar del pasado.
Paco no entiende cuando habla Montse. Ella dice que a él lo entiende perfectamente pero que jamás ha hecho ningún esfuerzo por entenderla. Paco dice que en su casa se habla en cristiano, y que así nos entendemos todos. Montse que una relación el uno debe hacer por entender al otro y que a sus hijos les hablará como le de la gana. Paco acepta, si es que a pegar un portazo y marcharse maldiciendo se le puede llamar aceptar.
Montse no entiende porque ella es la que más aporta a casa y la que menos recibe. Paco dice que lo natural en una familia es que aporte más aquel que más gana, que eso es de primero de relaciones. Pero ella dice que de primero de relaciones es no tener queridas que se llevan sin trabajar lo que ella gana con tanto esfuerzo.
Montse amenaza con marcharse, con que un día llega a casa y ha cambiado la cerradura o peor aún, que se ha marchado de casa y se ha llevado a los niños sin ni siquiera dejar una notita. Paco dice que ya no se acuerda de que eso lo hizo una vez y volvió a sus brazos escarmentada, que de no ser por él, ahora hablaría francés. Montse dice que si quieren hablar del paleolítico que con ella no cuente. Y Paco que sólo le gusta hablar de historia cuando le interesa y la distorsiona a su propio beneficio.
Montse dice que se pasan la vida discutiendo, que no tienen nada que ver y que deberían darse un tiempo. Paco dice que vale, que si se quiere ir ahí tiene la puerta pero a sus hijos que ni se le pase por la cabeza llevárselos y que la casa la ha pagado él. Montse, indignada, le increpa que nunca le han importado sus hijos y que eso de que la casa la ha pagado él es un chiste, que en todo caso fue una dote nupcial. Paco que lo que ella quiera pero a sus hijos no se los lleva. Montse que mis hijos son míos que para eso los he parido yo. Y Paco que a burro no le gana nadie y que sus hijos son tan suyos como míos y que tomará las medidas necesarias para que eso no ocurra.
Al final siempre termina igual, en este punto, en la amenaza mutua, y ahí paran porque una cosa es una cosa y otra cosa pues... es otra cosa.
Paco le ve las orejas al lobo porque sabe que la cosa cada vez más en serio y entonces le entra el seny e intenta apaciguarla, le dice de aguantar, por lo que fuimos, porque un día nos quisimos, porque juntos pasamos por situaciones complicadas y las salvamos con éxito. Montse calla y gira la cabeza, no sabe si alguna vez le quiso o si fue un matrimonio concertado que en algunos momentos fue como mucho llevadero. Pero cuando ve la posibilidad real de dejarlo, de marcharse y ser por fin libre, no puede evitar tener cierto miedo a lo desconocido, al alejarse para siempre de esos brazos que nunca le dieron cariño pero que siempre la acompañaron.