domingo, 7 de diciembre de 2014

La pluma de Marieta. Dos no pelean si uno no quiere.



Ha pasado una semana y Jimmy sigue presente. Siguen, él y las secuelas de su asesinato, en cada ejemplar de prensa, informativo radiofónico, televisión o red social. Sigue cuestionándose si la sanción para los ultras es injusta, si el castigo de no dejarles entrar a los partidos es ejemplar o una mera patochada con la que los directivos buscan lavarse las manos. A día de hoy, una semana después del enfrentamiento entre neonazis y ultraizquierdistas, sus manidos conflictos que nada tienen que ver con el deporte siguen robando espacio de nuestras vidas, de nuestro tiempo. Y lo que es peor aún, de nuestro pensamiento. Pocos se han atrevido a criticar que quizá lo importante de la trifulca no es la muerte -y con respeto- ni siquiera el eterno odio entre aficiones. Quizá, lo importante tampoco sea aquel espectador inocente que en su paseo matinal a orillas del río Manzanares pueda sentirse amenazado ni que la violencia 'en el deporte' solo importe cuando hay muertos. Puede ser que lo que más miedo de en este asunto sea la normalidad con la que se trata la coexistencia y convivencia de grupos de ideologías extremistas violentas, que además de ser apoyados por equipos y directivos cuentan con la impasividad del aficionado habitual, que los ve como uno más y la ceguera del resto de ciudadanos que no son capaces de ver más allá del oscuro telón. No buscan matar, pero matan. Tanto izquierda como derecha, tanto skinheads y neonazis como los representantes del comunismo y anarquismo más exacerbado. Protegidos por el manto de aparente ética que les brinda actuar en nombre de una ideología pretenden lo que todos los terroristas: infundir terror. Cuando son jóvenes se unen a esas masas buscando precisamente eso: aterrorizar al resto con el consiguiente respeto que ello implica. Ser más, ser fuertes, ser juntos. Ya lo dijo Salas en Diario de un Skin. Dan todo por 'sus' otros del mismo modo que desprecian a los demás y se les permite. Se les permite estar, reunirse, exaltar figuras que de ser este otro país estarían más que encarcelados. Se les permite manifestarse libremente y acumular antecedentes, sabiendo que tarde o temprano tendrán que sumar al archivo otro indigente quemado vivo, homosexual apaleado o cadáver tirado al río. De momento el consuelo que nos queda es que al menos se matan entre ellos. Un consuelo débil y que nos sitúa en el mismo estrato moral que a aquellos que tanto dañan. Pero sigue quemando que se publiciten más sus actos que la violencia de verdad, la que causa muertes de inocentes cada día, como arma para limpiar las manos de aquellos que permiten que se den a conocer en sus casas y en sus campos. Toda muerte merece conmiseración pero a mí, al menos, aquellos que disfrutan infringiendo terror no me dan ninguna lástima.

El lápiz de Jorge Miranda. La esencia de las cosas.



Una muchedumbre enfurecida acude al ayuntamiento gritando. El alcalde Quimby pregunta a uno de sus ayudantes;
  • ¿La gente se está volviendo más tonta o más ruidosa?
  • Más tonta señor.
Esta conversación de Los Simpson, ilustra perfectamente lo que está pasando en España con el problema de los ultras en el fútbol. Los hechos acontecidos por la muerte de un aficionado radical perteneciente a los Riazor Blues a manos de los ultras radicales del Atlético de Madrid, ha desencadenado una oleada de estupidez y periodismo de bar cutre.
Como la gente se está volviendo más tonta las medidas por parte de las instituciones implicadas no quieren ser menos, y por lo tanto van a dar al pueblo lo que el pueblo pide, contundencia, sanciones, expulsiones y muchas palabras de repulsa, pero muchas muchas, que quede bien claro que no están a favor de que se tiren personas a un río después de haber sido apaleadas.
En este país se está gestando algo y parece que muy poca gente se da cuenta, y el que se da cuenta mira para otro lado, la sola idea de pensarlo le aterra. Lo del fútbol es una máscara, es un canalizador, el que piense que esto es sólo un problema del fútbol no tiene muchas luces. El fútbol es la excusa de algo más grande, de algo muy antiguo. Este país está muy movido, se huele en el ambiente. El germen ha ido creciendo lenta pero inexorablemente, como una sucesión de jugadas lógicas en una partida de ajedrez, y da la sensación que la partida está en ese punto en la que empiezan a pasar cosas, en que ya empiezan a caer los primeros peones.
Hay que analizar la esencia de las cosas para entenderlas, de no ser así podemos caer fácilmente en una maraña de hechos superficiales que nos van a llevar de rama en rama, en vez de ir a las raíces. No son peleas de fútbol, los del Depor no odian a los del Atlético porque una vez en un partido uno envió a segunda al otro. Los bucaneros de Vallecas no odian a los Ultra Sur del Madrid por tener mucho más presupuesto que ellos. Si los expulsas de los campos, cosa que hay que hacer, se darán de palos en festivales de música o en la feria del libro si hace falta. En España todo es política, y cada vez más radicalizada. Cada día hay más extremistas, y cada día son más extremos.
España es un país en eterno conflicto, si no es con el vecino, es con el pueblo de al lado. Provincias enfrentadas dentro de la misma comunidad. Comunidades enfrentadas dentro del mismo país. Tortilla de patata con o sin cebolla, Madrid o Barsa, Unidad contra independencia, izquierda contra derecha. El motivo carece de sentido, lo importante es el enfrentamiento. No existen los tonos grises, no tienen cabida en un conflicto.
Vamos a vivir tiempos revueltos, del tradicional bipartidismo a una amalgama de partidos condenados a no entenderse, de la moderación al extremismo y todo esto aderezado con unas gotitas de crisis económica y paro, que vienen muy bien para alimentar a la bestia.

Estamos a tiempo de pararlo, pero no lo vamos a hacer. En el fondo lo buscamos, aunque esto suene a subconsciente colectivo Freudiano. España se encuentra cómoda en el enfrentamiento, no sabemos ser de otra manera.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La pluma de Marieta. El impuesto a la ilusión.



Este año los ganadores del Sorteo de Navidad tendrán que descorchar el champán con un nuevo compañero que se quedará con parte de su fortuna: el Estado. Hacienda sabe que como no se ha comportado honestamente, los reyes no pasarán por casa estas navidades y se ha preparado el autoregalo de rigor, beneficiándose el 20% de todos los premios superiores a 2.500 euros. La nueva estocada ministerial viene como las demás, por la espalda y sin argumentos: nada se anunciaba en el reverso de los miles de boletos que llevan ya meses circulando ni tampoco en la página web de loterías y apuestas del estado hasta hace poco. Ahora por ganar también se cobra, dicen aquellos que iban a bajar los impuestos. El mensaje de ilusión que estas navidades nos perseguía por todos los canales de televisión le ha costado a la administración, junto a la Lotería del Niño y los sorteos ordinarios (de esos en los que siempre conoces a alguien al que le tocó alguna vez) nada menos de 30 millones de euros, una cifra demasiado redonda para un resultado tan dudoso. No en vano, el spot que pretendía salvar las ventas del año que menos venta de boletos se preveía no va a ser olvidado fácilmente. Y no precisamente por la imagen navideña y de fraternidad que su creador intentaba transmitir: en poco más de un mes el anuncio de la lotería se ha convertido en uno de los más parodiados de la publicidad española. Y ni siquiera él sirve para aumentar las ventas de un producto que responde más a la tradición que a la viralidad de un spot publicitario. Pero uno de los objetivos sí que se ha cumplido, querían que los telespectadores identificaran el sorteo con esta entrañable época y así ha sido; para muchos ambas cosas son un chiste: una navidad sin dinero y un impuesto sobre otro. La tradición, a pesar de las bajas ventas, sigue viva; el sonido de las bolas cayendo en los bombos simboliza, para muchos, el pistoletazo de salida de la Navidad, con o sin décimos. El gravamen del 20% resuena poco por las casas ya que si no toca no importa y si toca importa poco; siempre puede recurrirse a la venta de billetes premiados si se topa con un comprador más discreto que Carlos Fabra para eludir los impuestos. Según los expertos, la probabilidad de ganar el Gordo del Sorteo de la Lotería de Navidad es de una entre 16,5 millones. Pero parece que Fabra es el hombre que ha pulverizado esta estadística en los últimos 11 años. Quizá ahora, por fin desde la cárcel, se lo piense dos veces antes de colocarse las cartas de la fortuna, esta mano no le salvará de pagar al Estado, como cualquier otro. Ya no solo venden la ilusión, ahora también cobran por ella. Los vecinos de Guipúzcoa, Leganés, Barcelona, Sevilla y demás lugares que celebran con alegría la llamada del Gordo a sus puertas serán los primeros en no poder disfrutar integramente del premio. Y aunque, de momento a ellos no parece importarles demasiado, dicho gravamen desmiente el sueño que nos vendía el espíritu de la buena suerte, el famoso calvo de la lotería que ante tamaña afrenta ha preferido seguir descansando en paz.

El lápiz de Jorge Miranda. La última esperanza



Cada semana se repite la misma historia, como un tedioso día de la marmota. Acudo al estanco a comprar mi dosis semanal de humo y las frases decadentes se suceden en la cola del fracaso. Primitivas, euromillón, quiniela y un sin fin de papelitos cuyo nombre desconozco. “Dame dos euromillones, pero de los buenos, de los que tocan” la empleada tiene un repertorio de respuestas estándar para estos comentarios patéticos, se pone en modo random y responde con el primero que le pasa por la cabeza. Después atiende a otro, “Dame una primitiva, a ver si nos saca de pobres” aquí normalmente tiene que hablar un poco de los políticos, de lo sinvergüenzas que son y de lo mal que está la cosa, aunque a decir verdad a ella le va de puta madre y ojo, no juega a la lotería, la vende.
La lotería no es un problema, mientras no sea tu última esperanza claro. La proporción riesgo ganancia es exageradamente grande y eso la hace irresistible. Pero por favor, que no sea tu última esperanza.
Somos unos seres extraños, unos seres que prefieren depositar sus esperanzas en unas bolas que giran y caen al azar, antes que confiar en nuestro esfuerzo y capacidad. Siempre ha sido mayoritariamente un juego de ancianos o de personas un poco de vuelta de todo, pero últimamente me preocupa ver la cantidad de gente joven que juega. No me vale la crisis, ni el paro, ni la incompetencia política, es devastador ver a alguien de veinte años comprando su boleto hacía el retiro.
Tenemos una vida, una vida para crear algo, para aportar algo y mirar hacia atrás desde la mecedora de los años y sentirnos orgullosos. No veo que orgullo puede darte que todo lo que tengas se lo debas a un boleto de lotería.
Dicen que no sueñan con que les toque, que saben que es imposible, pero es mentira. Fantasean con ello, con solucionar la vida de toda la familia, con copiosas comidas con los amigos en su preciosa casa de campo, con el todo terreno para la mujer, y el deportivo para los paseos, y entre fantasía y fantasía las bolas giran y caen ajenas a sueños y probabilidades.
Sin entrar en estúpidas reflexiones como el famoso clásico “es más fácil que te caiga un rayo a que te toque la lotería” considero mucho más sano y realista soñar con hacerte rico con esfuerzo y dedicación. Repito, no veo mal que la gente juegue a la lotería, siempre que no sea tu última esperanza.
A ver si un día te va a tocar la lotería, y cuando estés descorchando el champán bajo la envidiosa mirada de los vecinos y las morbosas cámaras de televisión, te vas a reír de mi, de mi discurso digno y de la probabilidad matemática. A ver si te va a tocar la lotería y mientras estáis todos eufóricos saltando de alegría, te va a caer un rayo. Es poco probable, lo sé, pero como dice todo el mundo, si no juegas no te va a tocar nunca, el rayo digo.

domingo, 16 de noviembre de 2014

La pluma de Marieta. Es cosa de ellos




Es cosa de ellos.Han sido muchos años viéndolo con ojos de niña a través de una pantalla, de esas que se crían pensando que lo suyo es siempre lo mejor hasta que aprende lo contrario; que lo que pasa aquí no pasa en todos lados y que muchas veces no termina de estar bien. Creo que el día que descubrí que querían irse me invadió ese sentimiento de sorpresa y de tonta culpabilidad de no haberme dado cuenta antes; nunca habían sido los más ruidosos y sin embargo al final resultaba que eran los más constantes. Pero se me olvidó rápidamente. Siempre que el tema salía en algún debate de sobremesa lo evitaba diciendo ‘si quieren irse que se vayan, no es asunto mío’.
Hasta que pasó. Estuvo mucho tiempo como ese tema aparcado, como ese telón de fondo que amenaza con dejar paso a un nuevo escenario pero que siempre se mantiene cerrado. Hasta que pasó. Los medios de comunicación llevaban años, meses, alimentando al monstruo. Todos parecían saber que opinar y vaticinaban las mayores desgracias para el futuro país vecino; algunas inventadas y otras un poco más ciertas. No iban a tener dinero. No iban a jugar la liga española. Quedarían automáticamente expulsados de la UE y por consiguiente de todas sus subvenciones, programas y movilidades. Se les prohibiría la libre circulación por el resto de países. Incluso algunos medios llegaron a cuestionar la futura validez de los títulos universitarios otorgados por las universidades catalanas ya que al ser parte del plan Bolonia solo tenían validez dentro de la UE. Alguien decidió que había llegado el momento de dar por válida la teoría de que todos ellos querían marcharse y organizó una consulta con el único objetivo de poder dar por sentado lo que le viniera en gana.
En mi primer año de carrera aprendí bastantes cosas acerca del proceso comunicativo de la Globalización que podría resumir en una creciente interdependencia económica, social y cultural entre distintos países. No se puede entender el concepto de globalización sin la democracia y la economía capitalista. Las economías locales se integran en una mayor, global y buscan la expansión y surge también otro nuevo concepto: la opinión pública. Una vez definidas sus fronteras, los estados buscan la unión con otros estados y el avance. Crean comunidades políticas de derecho como la Unión Europea, organizaciones internacionales y continuos programas que engloban propuestas de diferentes países para un crecimiento común.
También, de la mano de la globalización aparece la glocalización, término que busca definir el pensamiento global en conjunto con la actividad local y la creación de nuevas barreras culturales ante la progresiva supresión de fronteras a nivel económico, político y social; generadas principalmente por personas que defienden sus tradiciones propias de la globalización cultural. Cuando esta glocalización da prioridad a la creación de barreras frente al crecimiento se entra en un nuevo concepto: el etnocentrismo.
El etnocentrismo es exactamente lo que abanderan esos catalanes que en mayor o menor porcentaje apoyan la independencia. Quieren irse y quieren hacerlo por unos motivos lo cual supone dos problemáticas diferentes. La primera ‘dejar de formar parte de España’ se antoja más chocante de otra cosa. España, de facto, ya es un estado federal aunque en los papeles- o en la Constitución- se diga otra cosa. Dispone de un gobierno central y las diversas comunidades autónomas cumplen la función de estados federados, que aunque no tengan su propia constitución como los estados federales tradicionales, disponen de estatutos de autonomía que como bien se presupone, permiten la autoregulación de las comunidades autónomas mediante un gobierno autonómico. En España las comunidades autómas disponen de bastantes niveles de independencia aunque no son iguales en todas las comunidades. Los estados federales al igual que las comunidades autónomas, no pueden separarse del país debido a que igual que para entrar a formar parte de él se firmó un pacto para salir deben contar con la opinión del resto.
La opinión del resto al ser España como es responde en su totalidad a la ideología política de aquel al que le preguntes. Y de todos modos, a nosotros no nos han preguntado. En cuestiones de política nacionalista nuestra opinión es tan válida como en los clásicos partidos de fútbol; están hechos por y para Madrid y Barcelona. De todos modos, si me preguntan a mí seguiré diciendo lo obvio: que se vayan si quieren, es cosa de ellos. Pero que no nos odien ni digan que es culpa nuestra. La deuda de las autonomías sigue creciendo pero Cataluña, al ser una de las regiones que más empresas y entes públicas tiene ha multiplicado por cuatro la suya desde que empezó la crisis y ha seguido pidiendo dinero, como un adolescente rebelde a un padre indulgente. En vez de buscar avance, buscan caer en picado con una deuda que no pueden subsanar afrontando al mismo tiempo los gastos de creación de un nuevo estado; buscan poner fronteras cuando el resto del mundo abre las suyas y encerrarse en un lenguaje cuando los demás luchamos por el aprendizaje de uno común que nos permita hacer de nuestra casa cualquier país.
Si se quieren ir, que se vayan. Que no se queden por miedo, por falta de solvencia o por interés. Si de verdad quieren marcharse por más motivos que por los económicos, que lo hagan. Pero ¿cuáles son los motivos reales? El pasado 9 de noviembre se celebró una consulta sin más ánimo que ‘conocer’ qué porcentaje del pueblo catalán quería la constitución de Cataluña como estado. Sin más. Sin explicaciones de cómo sería la vida del pueblo los primeros años, sin aclarar que quizá el argumento de que a Cataluña le iría mejor económicamente sin España y sin la UE-ya que quedarían fuera del euro y tendrían que pagar su deuda en esa moneda- no sea tan sólido. Que sean independientes si quieren, pero que lo hagan sabiendo a qué y quién votan. Que no limiten su respuesta a un sí o a un no igual que lleva años imponiendo su rechazada España, que evolucionen y que lo hagan bien. Que si se quieren ir que lo hagan por motivos de cultura o de lenguaje, no por económicos ni por rechazo a la opresión del gobierno central a las autonomías. Le pese a quien le pese, de momento, españoles somos todos y tenemos tantas pautas comunes que el etnocentrismo catalán que implica la creencia de que sus aspectos culturales propios son superiores a los del resto tiene tan poco fundamento como la imposibilidad de una independencia por motivos económicos.

El Lápiz de Jorge Miranda (España y Cataluña) Paco y Montse




Últimamente las cosas andan un poco revueltas en casa de Paco y Montse. Ningún vecino se sorprende de las interminables discusiones, que desde hace un tiempo son cada vez más habituales. Nadie recuerda cuando fue la última vez que durmieron juntos, y una comida familiar en la que no acabasen levantándose sin terminar el primer plato. La casa está cada vez más dividida y hay estancias que son de paso reservado. Por suerte los vecinos son todos extranjeros y se enteran de lo que se enteran. Algunos presencian las escenitas mientras esperan el ascensor o simplemente por lo que se filtra a través de las paredes. Unos se lo toman con curiosidad, otros con alarmante preocupación, temen que esto pueda repercutir al bloque entero de vecinos. En ocasiones, y debido a la presión de ambos, se ven obligados a tomar partido, pero tampoco se mojan demasiado, al fin y al cabo, son cosas de familia.
Paco nunca trató demasiado bien a su mujer, aunque al final le consienta casi todo, dentro de los margenes del matrimonio tradicional claro está, el hombre no sabe ser más tolerante. No es un marido culto, aunque a veces tenga algún destello genial, es conservador pero en la peor de sus acepciones y no es muy detallista, por no decir nada. A él le gustan los toros y de vez en cuando santiguarse en la iglesia, más por tradición que por convencimiento. Tampoco respeta mucho la opinión de Montse y menos delante de los amigos, donde le gusta hacerse el machito ibérico. Pero no es un maltratador como su mujer pretende hacer ver desde hace un tiempo.
Su mujer, Montse, es muy atractiva, aunque es verdad que vivió tiempos mejores, la edad no perdona a nadie, lejos queda ya el noventa y dos. Pero sigue estando de buen ver y todavía gira las cabezas de sus vecinos extranjeros cuando la ven pasear orgullosa. Es una mujer culta y emprendedora, nunca quiso ser una mantenida, y a decir verdad le va mejor que a Paco, pero igual que antes, vivió tiempos mejores. A diferencia de Paco, ella siempre miró hacia fuera, hacia Europa, hacia la modernidad y no hacia dentro anclada en su glorioso pasado. Últimamente anda un tanto despechada y resentida, mezclando a partes iguales razones con mentiras y dando la vuelta a los enfados con una maestría que ni la mismísima Cleopatra. Lleva unos años intentando reunirse muy seriamente con Paco para hablar de “lo nuestro”, pero en realidad quiere un divorcio lo menos traumático posible, cosa que en el fondo sabe que es una quimera. Como diría Calamaro “todo lo que termina, termina mal”.
Paco en verdad la quiere, aunque a su manera o al menos la quiere ahí, atadita en corto, Y no quiere ni oír hablar de divorcio. Montse anda revolucionada y no sabe bien si quiere otra relación estable, un polvo de una noche o simplemente disfrutar de la soledad y viajar por Europa, aunque sea con visado.
Paco es muy del Madrid y Montse muy del Barcelona. Paco dice que no soporta cuando Montse anima a un equipo extranjero que juega contra el Madrid. Le repugna que prefiera que gane un equipo inglés antes que uno español y Montse dice que al menos ella es honesta, que él piensa lo mismo cuando el Barcelona pierde contra un equipo extranjero, y que se alegra por dentro tanto o más que cuando gana el Madrid.
Montse dice que no quiere salir de casa con él, que la de vergüenza que los vean juntos, que nadie le respeta, que le debe dinero a todo el mundo y que todos saben que es un ladrón. Paco le dice que antes no le daba vergüenza que los vieran juntos, cuando era rico y respetado por todos sus vecinos, que ahí no le daba vergüenza salir con él a cenar. Y Montse se ríe, porque dice que eso pasó hace mucho tiempo, que ya nadie se acuerda y que si quiere vivir en el pasado es cosa suya pero que ella prefiere vivir en el presente y sobre todo, mirar al futuro. Paco dice que él siempre le he pagado las copas, sus deudas y negocios fallidos. Y bueno, que de robar ni hablamos porque ella de eso podría dar clases.
A Montse no le gusta el acento de Paco y se mofa de él por ello. A Paco no le gusta esa estúpida superioridad moral de la que hace gala Montse. Montse no soporta cuando Paco se pone en plan entrenador de fútbol, economista, médico y político, le parece patético que no sabiendo de nada, sepa de todo. Paco se enfurece cuando Montse le dice norafricano, y comenta orgulloso que Europa es en gran parte lo que es por él. Y Montse que dale con hablar del pasado.
Paco no entiende cuando habla Montse. Ella dice que a él lo entiende perfectamente pero que jamás ha hecho ningún esfuerzo por entenderla. Paco dice que en su casa se habla en cristiano, y que así nos entendemos todos. Montse que una relación el uno debe hacer por entender al otro y que a sus hijos les hablará como le de la gana. Paco acepta, si es que a pegar un portazo y marcharse maldiciendo se le puede llamar aceptar.
Montse no entiende porque ella es la que más aporta a casa y la que menos recibe. Paco dice que lo natural en una familia es que aporte más aquel que más gana, que eso es de primero de relaciones. Pero ella dice que de primero de relaciones es no tener queridas que se llevan sin trabajar lo que ella gana con tanto esfuerzo.
Montse amenaza con marcharse, con que un día llega a casa y ha cambiado la cerradura o peor aún, que se ha marchado de casa y se ha llevado a los niños sin ni siquiera dejar una notita. Paco dice que ya no se acuerda de que eso lo hizo una vez y volvió a sus brazos escarmentada, que de no ser por él, ahora hablaría francés. Montse dice que si quieren hablar del paleolítico que con ella no cuente. Y Paco que sólo le gusta hablar de historia cuando le interesa y la distorsiona a su propio beneficio.
Montse dice que se pasan la vida discutiendo, que no tienen nada que ver y que deberían darse un tiempo. Paco dice que vale, que si se quiere ir ahí tiene la puerta pero a sus hijos que ni se le pase por la cabeza llevárselos y que la casa la ha pagado él. Montse, indignada, le increpa que nunca le han importado sus hijos y que eso de que la casa la ha pagado él es un chiste, que en todo caso fue una dote nupcial. Paco que lo que ella quiera pero a sus hijos no se los lleva. Montse que mis hijos son míos que para eso los he parido yo. Y Paco que a burro no le gana nadie y que sus hijos son tan suyos como míos y que tomará las medidas necesarias para que eso no ocurra.
Al final siempre termina igual, en este punto, en la amenaza mutua, y ahí paran porque una cosa es una cosa y otra cosa pues... es otra cosa.
Paco le ve las orejas al lobo porque sabe que la cosa cada vez más en serio y entonces le entra el seny e intenta apaciguarla, le dice de aguantar, por lo que fuimos, porque un día nos quisimos, porque juntos pasamos por situaciones complicadas y las salvamos con éxito. Montse calla y gira la cabeza, no sabe si alguna vez le quiso o si fue un matrimonio concertado que en algunos momentos fue como mucho llevadero. Pero cuando ve la posibilidad real de dejarlo, de marcharse y ser por fin libre, no puede evitar tener cierto miedo a lo desconocido, al alejarse para siempre de esos brazos que nunca le dieron cariño pero que siempre la acompañaron.