domingo, 16 de noviembre de 2014

El Lápiz de Jorge Miranda (España y Cataluña) Paco y Montse




Últimamente las cosas andan un poco revueltas en casa de Paco y Montse. Ningún vecino se sorprende de las interminables discusiones, que desde hace un tiempo son cada vez más habituales. Nadie recuerda cuando fue la última vez que durmieron juntos, y una comida familiar en la que no acabasen levantándose sin terminar el primer plato. La casa está cada vez más dividida y hay estancias que son de paso reservado. Por suerte los vecinos son todos extranjeros y se enteran de lo que se enteran. Algunos presencian las escenitas mientras esperan el ascensor o simplemente por lo que se filtra a través de las paredes. Unos se lo toman con curiosidad, otros con alarmante preocupación, temen que esto pueda repercutir al bloque entero de vecinos. En ocasiones, y debido a la presión de ambos, se ven obligados a tomar partido, pero tampoco se mojan demasiado, al fin y al cabo, son cosas de familia.
Paco nunca trató demasiado bien a su mujer, aunque al final le consienta casi todo, dentro de los margenes del matrimonio tradicional claro está, el hombre no sabe ser más tolerante. No es un marido culto, aunque a veces tenga algún destello genial, es conservador pero en la peor de sus acepciones y no es muy detallista, por no decir nada. A él le gustan los toros y de vez en cuando santiguarse en la iglesia, más por tradición que por convencimiento. Tampoco respeta mucho la opinión de Montse y menos delante de los amigos, donde le gusta hacerse el machito ibérico. Pero no es un maltratador como su mujer pretende hacer ver desde hace un tiempo.
Su mujer, Montse, es muy atractiva, aunque es verdad que vivió tiempos mejores, la edad no perdona a nadie, lejos queda ya el noventa y dos. Pero sigue estando de buen ver y todavía gira las cabezas de sus vecinos extranjeros cuando la ven pasear orgullosa. Es una mujer culta y emprendedora, nunca quiso ser una mantenida, y a decir verdad le va mejor que a Paco, pero igual que antes, vivió tiempos mejores. A diferencia de Paco, ella siempre miró hacia fuera, hacia Europa, hacia la modernidad y no hacia dentro anclada en su glorioso pasado. Últimamente anda un tanto despechada y resentida, mezclando a partes iguales razones con mentiras y dando la vuelta a los enfados con una maestría que ni la mismísima Cleopatra. Lleva unos años intentando reunirse muy seriamente con Paco para hablar de “lo nuestro”, pero en realidad quiere un divorcio lo menos traumático posible, cosa que en el fondo sabe que es una quimera. Como diría Calamaro “todo lo que termina, termina mal”.
Paco en verdad la quiere, aunque a su manera o al menos la quiere ahí, atadita en corto, Y no quiere ni oír hablar de divorcio. Montse anda revolucionada y no sabe bien si quiere otra relación estable, un polvo de una noche o simplemente disfrutar de la soledad y viajar por Europa, aunque sea con visado.
Paco es muy del Madrid y Montse muy del Barcelona. Paco dice que no soporta cuando Montse anima a un equipo extranjero que juega contra el Madrid. Le repugna que prefiera que gane un equipo inglés antes que uno español y Montse dice que al menos ella es honesta, que él piensa lo mismo cuando el Barcelona pierde contra un equipo extranjero, y que se alegra por dentro tanto o más que cuando gana el Madrid.
Montse dice que no quiere salir de casa con él, que la de vergüenza que los vean juntos, que nadie le respeta, que le debe dinero a todo el mundo y que todos saben que es un ladrón. Paco le dice que antes no le daba vergüenza que los vieran juntos, cuando era rico y respetado por todos sus vecinos, que ahí no le daba vergüenza salir con él a cenar. Y Montse se ríe, porque dice que eso pasó hace mucho tiempo, que ya nadie se acuerda y que si quiere vivir en el pasado es cosa suya pero que ella prefiere vivir en el presente y sobre todo, mirar al futuro. Paco dice que él siempre le he pagado las copas, sus deudas y negocios fallidos. Y bueno, que de robar ni hablamos porque ella de eso podría dar clases.
A Montse no le gusta el acento de Paco y se mofa de él por ello. A Paco no le gusta esa estúpida superioridad moral de la que hace gala Montse. Montse no soporta cuando Paco se pone en plan entrenador de fútbol, economista, médico y político, le parece patético que no sabiendo de nada, sepa de todo. Paco se enfurece cuando Montse le dice norafricano, y comenta orgulloso que Europa es en gran parte lo que es por él. Y Montse que dale con hablar del pasado.
Paco no entiende cuando habla Montse. Ella dice que a él lo entiende perfectamente pero que jamás ha hecho ningún esfuerzo por entenderla. Paco dice que en su casa se habla en cristiano, y que así nos entendemos todos. Montse que una relación el uno debe hacer por entender al otro y que a sus hijos les hablará como le de la gana. Paco acepta, si es que a pegar un portazo y marcharse maldiciendo se le puede llamar aceptar.
Montse no entiende porque ella es la que más aporta a casa y la que menos recibe. Paco dice que lo natural en una familia es que aporte más aquel que más gana, que eso es de primero de relaciones. Pero ella dice que de primero de relaciones es no tener queridas que se llevan sin trabajar lo que ella gana con tanto esfuerzo.
Montse amenaza con marcharse, con que un día llega a casa y ha cambiado la cerradura o peor aún, que se ha marchado de casa y se ha llevado a los niños sin ni siquiera dejar una notita. Paco dice que ya no se acuerda de que eso lo hizo una vez y volvió a sus brazos escarmentada, que de no ser por él, ahora hablaría francés. Montse dice que si quieren hablar del paleolítico que con ella no cuente. Y Paco que sólo le gusta hablar de historia cuando le interesa y la distorsiona a su propio beneficio.
Montse dice que se pasan la vida discutiendo, que no tienen nada que ver y que deberían darse un tiempo. Paco dice que vale, que si se quiere ir ahí tiene la puerta pero a sus hijos que ni se le pase por la cabeza llevárselos y que la casa la ha pagado él. Montse, indignada, le increpa que nunca le han importado sus hijos y que eso de que la casa la ha pagado él es un chiste, que en todo caso fue una dote nupcial. Paco que lo que ella quiera pero a sus hijos no se los lleva. Montse que mis hijos son míos que para eso los he parido yo. Y Paco que a burro no le gana nadie y que sus hijos son tan suyos como míos y que tomará las medidas necesarias para que eso no ocurra.
Al final siempre termina igual, en este punto, en la amenaza mutua, y ahí paran porque una cosa es una cosa y otra cosa pues... es otra cosa.
Paco le ve las orejas al lobo porque sabe que la cosa cada vez más en serio y entonces le entra el seny e intenta apaciguarla, le dice de aguantar, por lo que fuimos, porque un día nos quisimos, porque juntos pasamos por situaciones complicadas y las salvamos con éxito. Montse calla y gira la cabeza, no sabe si alguna vez le quiso o si fue un matrimonio concertado que en algunos momentos fue como mucho llevadero. Pero cuando ve la posibilidad real de dejarlo, de marcharse y ser por fin libre, no puede evitar tener cierto miedo a lo desconocido, al alejarse para siempre de esos brazos que nunca le dieron cariño pero que siempre la acompañaron.



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