Últimamente las cosas andan
un poco revueltas en casa de Paco y Montse. Ningún vecino se
sorprende de las interminables discusiones, que desde hace un tiempo
son cada vez más habituales. Nadie recuerda cuando fue la última
vez que durmieron juntos, y una comida familiar en la que no acabasen
levantándose sin terminar el primer plato. La casa está cada vez
más dividida y hay estancias que son de paso reservado. Por suerte
los vecinos son todos extranjeros y se enteran de lo que se enteran.
Algunos presencian las escenitas mientras esperan el ascensor o
simplemente por lo que se filtra a través de las paredes. Unos se lo
toman con curiosidad, otros con alarmante preocupación, temen que
esto pueda repercutir al bloque entero de vecinos. En ocasiones, y
debido a la presión de ambos, se ven obligados a tomar partido, pero
tampoco se mojan demasiado, al fin y al cabo, son cosas de familia.
Paco nunca trató demasiado
bien a su mujer, aunque al final le consienta casi todo, dentro de
los margenes del matrimonio tradicional claro está, el hombre no
sabe ser más tolerante. No es un marido culto, aunque a veces tenga
algún destello genial, es conservador pero en la peor de sus
acepciones y no es muy detallista, por no decir nada. A él le gustan
los toros y de vez en cuando santiguarse en la iglesia, más por
tradición que por convencimiento. Tampoco respeta mucho la opinión
de Montse y menos delante de los amigos, donde le gusta hacerse el
machito ibérico. Pero no es un maltratador como su mujer pretende
hacer ver desde hace un tiempo.
Su mujer, Montse, es muy
atractiva, aunque es verdad que vivió tiempos mejores, la edad no
perdona a nadie, lejos queda ya el noventa y dos. Pero sigue estando
de buen ver y todavía gira las cabezas de sus vecinos extranjeros
cuando la ven pasear orgullosa. Es una mujer culta y emprendedora,
nunca quiso ser una mantenida, y a decir verdad le va mejor que a
Paco, pero igual que antes, vivió tiempos mejores. A diferencia de
Paco, ella siempre miró hacia fuera, hacia Europa, hacia la
modernidad y no hacia dentro anclada en su glorioso pasado.
Últimamente anda un tanto despechada y resentida, mezclando a partes
iguales razones con mentiras y dando la vuelta a los enfados con una
maestría que ni la mismísima Cleopatra. Lleva unos años intentando
reunirse muy seriamente con Paco para hablar de “lo nuestro”,
pero en realidad quiere un divorcio lo menos traumático posible,
cosa que en el fondo sabe que es una quimera. Como diría Calamaro
“todo lo que termina, termina mal”.
Paco en verdad la quiere,
aunque a su manera o al menos la quiere ahí, atadita en corto, Y no
quiere ni oír hablar de divorcio. Montse anda revolucionada y no
sabe bien si quiere otra relación estable, un polvo de una noche o
simplemente disfrutar de la soledad y viajar por Europa, aunque sea
con visado.
Paco es muy del Madrid y
Montse muy del Barcelona. Paco dice que no soporta cuando Montse
anima a un equipo extranjero que juega contra el Madrid. Le repugna
que prefiera que gane un equipo inglés antes que uno español y
Montse dice que al menos ella es honesta, que él piensa lo mismo
cuando el Barcelona pierde contra un equipo extranjero, y que se
alegra por dentro tanto o más que cuando gana el Madrid.
Montse dice que no quiere
salir de casa con él, que la de vergüenza que los vean juntos, que
nadie le respeta, que le debe dinero a todo el mundo y que todos
saben que es un ladrón. Paco le dice que antes no le daba vergüenza
que los vieran juntos, cuando era rico y respetado por todos sus
vecinos, que ahí no le daba vergüenza salir con él a cenar. Y
Montse se ríe, porque dice que eso pasó hace mucho tiempo, que ya
nadie se acuerda y que si quiere vivir en el pasado es cosa suya pero
que ella prefiere vivir en el presente y sobre todo, mirar al futuro.
Paco dice que él siempre le he pagado las copas, sus deudas y
negocios fallidos. Y bueno, que de robar ni hablamos porque ella de
eso podría dar clases.
A Montse no le gusta el
acento de Paco y se mofa de él por ello. A Paco no le gusta esa
estúpida superioridad moral de la que hace gala Montse. Montse no
soporta cuando Paco se pone en plan entrenador de fútbol,
economista, médico y político, le parece patético que no sabiendo
de nada, sepa de todo. Paco se enfurece cuando Montse le dice
norafricano, y comenta orgulloso que Europa es en gran parte lo que
es por él. Y Montse que dale con hablar del pasado.
Paco no entiende cuando
habla Montse. Ella dice que a él lo entiende perfectamente pero que
jamás ha hecho ningún esfuerzo por entenderla. Paco dice que en su
casa se habla en cristiano, y que así nos entendemos todos. Montse
que una relación el uno debe hacer por entender al otro y que a sus
hijos les hablará como le de la gana. Paco acepta, si es que a pegar
un portazo y marcharse maldiciendo se le puede llamar aceptar.
Montse no entiende porque
ella es la que más aporta a casa y la que menos recibe. Paco dice
que lo natural en una familia es que aporte más aquel que más gana,
que eso es de primero de relaciones. Pero ella dice que de primero de
relaciones es no tener queridas que se llevan sin trabajar lo
que ella gana con tanto esfuerzo.
Montse amenaza con
marcharse, con que un día llega a casa y ha cambiado la cerradura o
peor aún, que se ha marchado de casa y se ha llevado a los niños
sin ni siquiera dejar una notita. Paco dice que ya no se acuerda de
que eso lo hizo una vez y volvió a sus brazos escarmentada, que de
no ser por él, ahora hablaría francés. Montse dice que si quieren
hablar del paleolítico que con ella no cuente. Y Paco que sólo le
gusta hablar de historia cuando le interesa y la distorsiona a su
propio beneficio.
Montse dice que se pasan la
vida discutiendo, que no tienen nada que ver y que deberían darse un
tiempo. Paco dice que vale, que si se quiere ir ahí tiene la puerta
pero a sus hijos que ni se le pase por la cabeza llevárselos y que
la casa la ha pagado él. Montse, indignada, le increpa que nunca le
han importado sus hijos y que eso de que la casa la ha pagado él es
un chiste, que en todo caso fue una dote nupcial. Paco que lo que
ella quiera pero a sus hijos no se los lleva. Montse que mis hijos
son míos que para eso los he parido yo. Y Paco que a burro no le
gana nadie y que sus hijos son tan suyos como míos y que tomará las
medidas necesarias para que eso no ocurra.
Al final siempre termina
igual, en este punto, en la amenaza mutua, y ahí paran porque una
cosa es una cosa y otra cosa pues... es otra cosa.
Paco le ve las orejas al
lobo porque sabe que la cosa cada vez más en serio y entonces le
entra el seny e intenta apaciguarla, le dice de aguantar, por
lo que fuimos, porque un día nos quisimos, porque juntos pasamos por
situaciones complicadas y las salvamos con éxito. Montse calla y
gira la cabeza, no sabe si alguna vez le quiso o si fue un matrimonio
concertado que en algunos momentos fue como mucho llevadero. Pero
cuando ve la posibilidad real de dejarlo, de marcharse y ser por fin
libre, no puede evitar tener cierto miedo a lo desconocido, al
alejarse para siempre de esos brazos que nunca le dieron cariño pero
que siempre la acompañaron.
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