Cada semana se repite la misma historia, como un tedioso día de la marmota. Acudo al estanco a comprar mi dosis semanal de humo y las frases decadentes se suceden en la cola del fracaso. Primitivas, euromillón, quiniela y un sin fin de papelitos cuyo nombre desconozco. “Dame dos euromillones, pero de los buenos, de los que tocan” la empleada tiene un repertorio de respuestas estándar para estos comentarios patéticos, se pone en modo random y responde con el primero que le pasa por la cabeza. Después atiende a otro, “Dame una primitiva, a ver si nos saca de pobres” aquí normalmente tiene que hablar un poco de los políticos, de lo sinvergüenzas que son y de lo mal que está la cosa, aunque a decir verdad a ella le va de puta madre y ojo, no juega a la lotería, la vende.
La lotería no es un
problema, mientras no sea tu última esperanza claro. La proporción
riesgo ganancia es exageradamente grande y eso la hace irresistible.
Pero por favor, que no sea tu última esperanza.
Somos unos seres extraños,
unos seres que prefieren depositar sus esperanzas en unas bolas que
giran y caen al azar, antes que confiar en nuestro esfuerzo y
capacidad. Siempre ha sido mayoritariamente un juego de ancianos o de
personas un poco de vuelta de todo, pero últimamente me preocupa ver
la cantidad de gente joven que juega. No me vale la crisis, ni el
paro, ni la incompetencia política, es devastador ver a alguien de
veinte años comprando su boleto hacía el retiro.
Tenemos una vida, una vida
para crear algo, para aportar algo y mirar hacia atrás desde la mecedora de
los años y sentirnos orgullosos. No veo que orgullo
puede darte que todo lo que tengas se lo debas a un boleto de
lotería.
Dicen que no sueñan con que
les toque, que saben que es imposible, pero es mentira. Fantasean con
ello, con solucionar la vida de toda la familia, con copiosas comidas
con los amigos en su preciosa casa de campo, con el todo terreno para
la mujer, y el deportivo para los paseos, y entre fantasía y
fantasía las bolas giran y caen ajenas a sueños y probabilidades.
Sin entrar en estúpidas
reflexiones como el famoso clásico “es más fácil que te caiga un
rayo a que te toque la lotería” considero mucho más sano y
realista soñar con hacerte rico con esfuerzo y dedicación. Repito,
no veo mal que la gente juegue a la lotería, siempre que no sea tu
última esperanza.
A ver si un día te va a
tocar la lotería, y cuando estés descorchando el champán bajo la
envidiosa mirada de los vecinos y las morbosas cámaras de televisión,
te vas a reír de mi, de mi discurso digno y de la probabilidad
matemática. A ver si te va a tocar la lotería y mientras estáis
todos eufóricos saltando de alegría, te va a caer un rayo. Es poco
probable, lo sé, pero como dice todo el mundo, si no juegas no
te va a tocar nunca, el rayo digo.
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