miércoles, 3 de diciembre de 2014

El lápiz de Jorge Miranda. La última esperanza



Cada semana se repite la misma historia, como un tedioso día de la marmota. Acudo al estanco a comprar mi dosis semanal de humo y las frases decadentes se suceden en la cola del fracaso. Primitivas, euromillón, quiniela y un sin fin de papelitos cuyo nombre desconozco. “Dame dos euromillones, pero de los buenos, de los que tocan” la empleada tiene un repertorio de respuestas estándar para estos comentarios patéticos, se pone en modo random y responde con el primero que le pasa por la cabeza. Después atiende a otro, “Dame una primitiva, a ver si nos saca de pobres” aquí normalmente tiene que hablar un poco de los políticos, de lo sinvergüenzas que son y de lo mal que está la cosa, aunque a decir verdad a ella le va de puta madre y ojo, no juega a la lotería, la vende.
La lotería no es un problema, mientras no sea tu última esperanza claro. La proporción riesgo ganancia es exageradamente grande y eso la hace irresistible. Pero por favor, que no sea tu última esperanza.
Somos unos seres extraños, unos seres que prefieren depositar sus esperanzas en unas bolas que giran y caen al azar, antes que confiar en nuestro esfuerzo y capacidad. Siempre ha sido mayoritariamente un juego de ancianos o de personas un poco de vuelta de todo, pero últimamente me preocupa ver la cantidad de gente joven que juega. No me vale la crisis, ni el paro, ni la incompetencia política, es devastador ver a alguien de veinte años comprando su boleto hacía el retiro.
Tenemos una vida, una vida para crear algo, para aportar algo y mirar hacia atrás desde la mecedora de los años y sentirnos orgullosos. No veo que orgullo puede darte que todo lo que tengas se lo debas a un boleto de lotería.
Dicen que no sueñan con que les toque, que saben que es imposible, pero es mentira. Fantasean con ello, con solucionar la vida de toda la familia, con copiosas comidas con los amigos en su preciosa casa de campo, con el todo terreno para la mujer, y el deportivo para los paseos, y entre fantasía y fantasía las bolas giran y caen ajenas a sueños y probabilidades.
Sin entrar en estúpidas reflexiones como el famoso clásico “es más fácil que te caiga un rayo a que te toque la lotería” considero mucho más sano y realista soñar con hacerte rico con esfuerzo y dedicación. Repito, no veo mal que la gente juegue a la lotería, siempre que no sea tu última esperanza.
A ver si un día te va a tocar la lotería, y cuando estés descorchando el champán bajo la envidiosa mirada de los vecinos y las morbosas cámaras de televisión, te vas a reír de mi, de mi discurso digno y de la probabilidad matemática. A ver si te va a tocar la lotería y mientras estáis todos eufóricos saltando de alegría, te va a caer un rayo. Es poco probable, lo sé, pero como dice todo el mundo, si no juegas no te va a tocar nunca, el rayo digo.

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